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Por: *Winston Samuel Ojeda. Blog:Creando al Padre Modelo.

Autor del libro: “¡Claro que Sí se Puede!

Con motivo del “Día del Padre”, me permito compartir esta bonita historia que hace algunos años me entrego una de las asistentes a mis cursos y de la que solo recuerdo la llamaban, “Chayito”. Ignoro su procedencia o su autor, pero lo reproduzco con el afán de transmitir su bonito mensaje.

En el taller mas extraño y sublime conocido, se reunieron los grandes arquitectos del universo, los afamados escultores y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto.

– Debe ser fuerte-… comentó uno.

– También debe ser dulce-… comentó otro de los expertos.

– Debe tener firmeza y mansedumbre, tiene que saber dar buenos consejos y tener fuerza de voluntad y momentos tiernos en un solo cuerpo-.

– Es fácil-… contestó uno de los arquitectos… -Solo tenemos que crear un hombre con la resistencia del acero y que tenga corazón de caramelo”.

Todos rieron ante la ocurrencia, cuando se escuchó una voz.

Era “El Maestro”; dueño del taller, -Veo que al fin comienzan-… comentó sonriendo.

– No es fácil la tarea, es verdad, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello-, comentó.

Y tomando en sus manos un pedazo de barro comenzó a darle forma.

– ¿barro? -… preguntó sorprendido uno de los ingenieros.

– -Pensé que lo fabricaríamos de mármol, de marfil, o de hierro-.

– Este material es necesario para que sea humilde-, contestó “El Maestro”.

Y extendiendo sus manos hacia el firmamento, tomó polvo de estrellas y se lo añadió a la argamasa.

-Esto es para que en las pruebas mas difíciles brille y se mantenga incólume-.

Mientras le iba dando forma, iba agregando a todo aquello, amor, sabiduría, entereza, creatividad, sonrisas, cosquillas, canciones y una gran cantidad de virtudes. Luego, sopló de su aliento y el ente cobró vida, pero… algo faltaba… pues en su pecho quedaba un hueco.

– ¿Y qué pondrás ahí? – preguntó uno de los escultores.

Súbitamente, abrió su propio pecho y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos, sacó su corazón, le arrancó un pedazo y lo puso en el centro de aquel hueco.

Pequeñas lágrimas aparecieron en sus ojos, mientras devolvía a su lugar su corazón.

– ¿Por qué hiciste semejante cosa? -, le interrogó un ángel obrero.

El Maestro” le contestó: – Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia y sobre todo que esté dispuesto aún al sacrificio por sus hijos y que dirija a su familia con su ejemplo, porque al final de su largo camino, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra… regresará hasta mí.

Y satisfecho por su buena labor, le daré un lugar aquí; en mi reino.

Le extenderé mi mano, descansará en mi pecho y tendrá vida eterna, pues yo también soy padre y por él; por su bien; para otorgarle vida; me arranqué del corazón un pedazo de amor y lo puse en su pecho, para darle compasión; para mostrarle que, aunque es duro ser padre; cuando extiendes tus brazos y perdonas; la recompensa es vida, gozo y amor eterno.

Dicho esto, los obreros celestiales, seleccionaron un vientre materno y colocaron en él, a aquel que había sido creado, para resistir las mas duras pruebas, ser un ejemplo de amor, paciencia, sabiduría y capacidad de perdonar, todo con la finalidad de continuar con la obra del “Maestro”.

Los ayudantes celestiales se miraron entre si, y sonrieron satisfechos.

¡Claro que si se puede!

*Winston Samuel Ojeda es mexicano de nacimiento y tiene más de 30 años de experiencia impartiendo conferencias y seminarios de superación personal. Su oratoria impactante y amena, abarca temas que se relacionan con el crecimiento personal, el liderazgo, la familia y el network marketing.